Wiki Reino de Quito
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Mariana Carcelén de Guevara
Emperatriz consorte de Quito
Mariana de Quito 02
La emperatriz Mariana, por Antoine Wiertz (1835)
Reinado
19 de octubre de 1830 - 17 de junio de 1854
Predecesortítulo creado
SucesorAlejandra de Sajonia-Altenburgo
Información personal
Nombre secularMaría Ana Carcelén de Guevara y Larrea-Zurbano
TratamientoSu Majestad (S.M.)
Proclamación5 de noviembre de 1830
Coronación19 de octubre de 1830
Nacimiento27 de julio de 1805
Quitburgo, Real Audiencia de Quito
Fallecimiento15 de diciembre de 1861 (56 años)
Palacio de El Deán, Quitburgo
SepulturaCripta Imperial del Deán
Religióncatólica
Familia
Casa realCasa de Carcelén
PadreFelipe Carcelén de Guevara
MadreTeresa de Larrea-Zurbano
CónyugeAntonio I de Quito
HijosVéase Descendencia

María Ana Carcelén de Guevara y Larrea-Zurbano, llamada comúnmente Mariana, (27 de julio de 1805, Hacienda Solanda, Quito, Imperio español - 15 de diciembre de 1861, Palacio de El Deán, Quitburgo, Quito), fue marquesa de Solanda y Villarocha por herencia paterna, y la primera emperatriz de Quito gracias a su matrimonio con Antonio I.

Primeros años[]

Marquesa Teresa de Larrea-Zurbano y Jijón (madre de Mariana)

Marquesa Teresa de Larrea-Zurbano, madre de Mariana.

Fue hija de Felipe Carcelén de Guevara y Sánchez de Orellana, séptimo marqués de Solanda y quinto marqués de Villarocha, quien fuera capitán general de San Francisco Borja (Perú) y primer alcalde ordinario de la ciudad española de Quito; y de Teresa de Larrea-Zurbano y Jijón, creada Princesa de Solanda en 1831. Mariana era la segunda de siete hermanos:

Fue educada en el convento de El Carmen Bajo por su tía-abuela, quien era la abadesa del lugar; y aunque nunca descolló en ciencias o en artes como era común en las mujeres de la época, si se destacó en manualidades.

Su padre, quien también había participado de la Revolución Quiteña del 10 de agosto de 1809, en cuya Junta de Gobierno fue representante y vocal por el barrio de la Catedral o Central, murió en 1829, un año después de su matrimonio con Antonio José de Sucre. Mariana heredó entonces los marquesados y una de las fortunas más grandes del país. Entre los bienes heredados por la nueva marquesa, se encontraban la mansión familiar en el centro de la ciudad de Quitburgo; la hacienda La Delicia, en las inmediaciones del pueblo de Cotocollao; la hacienda y después Palacio de El Deán, al oriente de la ciudad; la hacienda Chillogallo, al sur de la capital; cientos de cabezas de ganado, docenas de esclavos, un obraje de indígenas en la hacienda Solanda y una cuantiosa cuenta bancaria en Europa.

Matrimonio[]

Antonio José de Quito y Mariana Carcelén de Guevara

Mariana y Antonio José antes del Imperio (1829).

Tras el triunfo en la Batalla de Pichincha, el mariscal Antonio José de Sucre ingresó triunfante en la ciudad de Quitburgo, donde conoció a doña Teresa de Larrea-Zurbano y Jijón, esposa del marqués Felipe Carcelén de Guevara, quien había escondido a las tropas independentistas en su hacienda de Chillogallo la noche previa a la batalla. La Marquesa se había refugiado por precaución en el convento de Santo Domingo con sus tres hijas, hasta donde Antonio José ingresó para mostrarle gratitud por el favor recibido del Marqués y ofrecerles toda clase de garantías para que volvieran a casa.

En primera instancia, Antonio no había mostrado mayor interés por ninguna de las muchachas Carcelén de Guevara, pero la amistad que había logrado con la familia le permitió que con el pasar de los días conociera mejor a Mariana. En una misiva posterior enviada a su hermano Jerónimo, el futuro Emperador le confesó que si bien la joven no le parecía la más atractiva, si era la más tierna, dócil y refinada que había conocido.

Antonio obtuvo el permiso de los Marqueses de Solanda para visitar periódicamente a la muchacha, que tampoco estaba encantada con el general venezolano, pero lo recibía por presión de sus padres que estaban interesados en la relación con el nuevo orden político que se avecinaba tras la independencia. Aunque con el tiempo confesaría que se llegó a enamorar profundamente de él, solo lo haría después del matrimonio.

Mientras cumplía con sus funciones presidenciales en Bolivia, Antonio mantuvo en la distancia su relación amorosa, renovada a través de un intenso intercambio epistolar. No obstante, de manera simultánea, entabló tres relaciones amatorias en Guayaquil, La Paz y Chuquisaca delas que tuvo hijos ilegítimos; pero a pesar de estas aventuras, en el fondo Mariana seguía siendo la mujer de sus afectos.

En medio de un ambiente político lleno de rivalidades, la firme intención de Antonio era retirarse de la actividad pública y reunirse con su novia. Fue así como pide la mano de Mariana en matrimonio, en parte enamorados, en parte presionados por la familia Carcelén. Debido a que el mariscal Sucre no podía desatender su cargo de Presidente de Bolivia, entregó un poder al general Vicente Aguirre para que le representara en la ceremonia matrimonial efectuada el día 28 de abril de 1828 en la iglesia de El Sagrario, de la ciudad de Quitburgo.

Antonio le encargó al general Aguirre adquirir la parte nororiental de la inmensa mansión de los Carcelén para destinarla como residencia del matrimonio. Luego, el mariscal Sucre se dirigiría a Quito, a donde llegaría el 30 de septiembre de 1828 para hacer vida familiar con su esposa. Diez meses después nacería la primera hija de la pareja, María Teresa.

Para 1829, Mariana ya había heredado los títulos y la fortuna de su padre. La nueva Marquesa y el Mariscal invirtieron mucho tiempo y dinero en la ampliación de la antigua casa de hacienda de la familia Carcelén en el oriente de la ciudad, hasta convertirlo en lo que hoy conocemos como Palacio de El Deán, y en el que la pareja pasó mucho tiempo libre. Mariana también aprovechó este tiempo para acercarse a la familia de su esposo, especialmente a su cuñado Jerónimo.

Pero al parecer, no todo era dicha para la pareja, pues la Marquesa no había resultado muy hábil para el manejo de los caudales heredados de su, por demás, rica familia. Se sabe incluso que se negó a pagar una contribución forzosa al gobierno grancolombiano, aporte que finalmente debió efectuar Antonio de su propio peculio. En varios momentos, él se sintió desesperado ante los tropiezos que había experimentado en su intento por afianzar unas sólidas bases económicas que le aseguraran un mejor futuro a su hija.

En noviembre de 1829, el mariscal Sucre recibió la orden de regresar a Bogotá para presidir un Congreso mediante el cual se quiso evitar la disolución de la Gran Colombia. Poco antes de abandonar Quito, dejó firmado su testamento declarando como heredera universal a su hija Teresa. Aún hoy persiste el dilema de por qué excluyó a su esposa, aunque autores como Rumazo sostienen que lo hizo en prevención a que ella enviudara y volviera a casarse, con lo cual la pequeña quedaría desamparada.

Durante el viaje a la capital grancolombiana, Mariana se mantuvo muy presente en la mente de Sucre, y él así se lo hizo saber: «Te escribo (…) para decirte que te pienso cada vez con más ternura, para asegurarte que desespero por ir junto a ti; para pedirte que por recompensa de mis delirios, de mi adoración por ti, me quieras mucho me pienses mucho(…) Todo, todo, todo lo pospondré a dos objetos: primero el complacerte, y segundo, a mi repugnancia por la carrera pública. Solo quiero vivir contigo en el retiro y en el sosiego. Me alegraré si puedo con esto darte pruebas incontestables de que mi corazón está enteramente consagrado a ti, y de que soy digno de que busques los medios de complacerme y de corresponderme».

En una misiva posterior, Antonio confesó estar cada vez más enamorado de su esposa y, para complacerla en la distancia, había recomendado a su edecán que le consiguiera unos brillantes y a su hermano Jerónimo que le comprara unas perlas. Ambos obsequios fueron surmontados y son hoy conocidos como los botones Sucre-Carcelén, y son parte de las joyas de la corona quiteña.

Descendencia[]

De la unión entre Mariana y Antonio I nacieron tres hijos:

María Teresa de Sucre-Quito

Ma. Teresa (1860).

Antonio II de Quito, por Salas (ca

Antonio (1872).

Princesa María Isabel de Sucre-Quito y Carcelén de Guevara

Ma. Isabel (1865).

  • María Isabel, princesa de Sucre y duquesa de Guayaquil (1835-1887). Se casó con el archiduque Guillermo de Austria-Colombia; tuvieron cuatro hijos:
    • Antonio de Austria-Colombia y Sucre-Quito, creado duque de Cochasquí.
    • Ana María de Austria-Colombia y Sucre-Quito, duquesa consorte de Iñaquito.
    • Isabel de Austria-Colombia y Sucre-Quito, princesa de Guayaquil.
    • Manuel de Austria-Colombia y Sucre-Quito, príncipe de Guayaquil.

Emperatriz de Quito[]

Coronación Antonio José de Quito

Coronación de Antonio I, Mariana aparece detrás del Emperador.

El 23 de agosto de 1830 Mariana y su esposo tomaron juramento como emperadores de Quito frente a los 22 diputados de la Asamblea Constituyente que se habían reunido en el Palacio de Carondelet. Esta fue la única vez que una consorte ha sido proclamada como si se tratara del monarca titular, hecho que es visto por los historiadores como el intento de validar la nueva dinastía como auténticamente quiteña, a pesar de su origen extranjero.

La coronación se llevó a cabo el 1 de septiembre, en una ceremonia oficiada por el obispo Lasso de la Vega en la Catedral de Quitburgo, y fue seguida de una celebración en el paseo de La Alameda.

Católica devota, Mariana dedicó los primeros meses de su gestión a la oración y la beneficencia. Era asidua visitante del monasterio de La Concepción, que se encontraba cruzando la calle norte del Palacio de Gobierno, hasta donde acudía para recogerse en contemplación y aprender a bordar con las monjas del lugar.

La educación y preparación de Mariana nunca estuvieron orientadas a que se convirtiera en una Emperatriz, algo que sucedió más por azar del destino, así que nunca gustó de participar de las conversaciones sobre política, guerra o la situación social del país. Sin embargo, la juventud de la monarca la inclinaban a los placeres de la vida como fiestas, comidas y sobre todo la moda, a las que de pronto tuvo acceso total gracias a su nueva posición.

Cuando el Hospital San Juan de Dios le ofreció su patronazgo y se enteró que necesitaban dinero para reparar el edificio, a la Emperatriz no se le ocurrió otra cosa mejor que organizar un baile de beneficencia en el que todas las parejas que asistieran debían hacer una importante donación. La celebración tuvo lugar la noche del 24 de mayo de 1831 en los salones del Palacio de Gobierno, y el pretexto era la conmemoración de la Batalla de Pichincha. Para suerte del Hospital y el ego de Mariana, la recaudación fue todo un éxito y pudieron iniciar las labores de reparación en solo unas semanas.

Regente del Imperio[]

Mariana y sus damas

Entrevista entre la Regente y el Cacique de Sangolquí en 1848, por Vincenzo Abbati (1850).

En mayo de 1848 el Emperador partió desde el puerto de Guayaquil rumbo a Europa, en una gira que buscaba estrechar lazos políticos con las Cortes más importantes del viejo continente, y el Parlamento nombró a Mariana como regente del Imperio hasta su regreso en abril de 1849.

La Emperatriz tomó por primera vez en serio su papel, aunque se vio fuertemente influenciada por su círculo más cercano y por el primer ministro Vicente Ramón Roca, que envió al legislativo varios proyectos de carácter comercial con la firma y consentimiento de Mariana, pero que caramente eran de su autoría.

Quizá el logro más importante de Mariana como regente sería el apaciguamiento de la Revuelta de los Caciques de Los Chillos, que en diciembre de 1848 se tomaron varias haciendas por los abusos que los patrones cometían con sus peones. Mariana se entrevistó con el Cacique de Sangolquí, líder del movimiento, y logro que todo volviera a la normalidad con la promesa de hacer revisar la ley que garantizaba el buen trato a los indígenas.

El capítulo, ampliamente aplaudido por los quiteños y en particular por los hacendados afectados, fue inmortalizado por el pintor Vincenzo Abbati, director de la Academia de Bellas Artes de Quitburgo, que entre 1849 y 1850 trabajó en el cuadro "Entrevista entre la Regente y el Cacique de Sangolquí en 1848", que fue además su último trabajo en el país antes de volver a Europa en 1850.

Las Damas de Mariana[]

Parte de las gracias que la Asamblea Constituyente le había concedido a Mariana como esposa del Emperador, era la conformación de su propia corte personal de once damas, una llamada "de honor", cinco "de la Emperatriz" y cinco "de palacio", así como dos sirvientas para sus aposentos. Además, compartía con el Emperador y sus hijos un capellán, un médico y a los oficiales de la Guardia Imperial.

La dama de honor era quien acompañaba diariamente a la Emperatriz, por lo que su relación personal era bastante estrecha, incluso se le debía poner a disposición sus propios apartamentos en la residencia imperial si así lo requería. Como su primera dama de honor, Mariana escogió a su hermana menor María Manuela, creada princesa de Carcelén en diciembre de 1830, y cuando esta se casó y mudó a Perú en 1843 la sustituyó otra hermana: María Rosa.

Las cinco damas de la emperatriz eran escogidas únicamente entre esposas de nobles de gran prestigio y peso político. Debían asistir a la residencia imperial una cada día, aunque a veces eran dos, y su única labor era acompañar y conversar con Mariana o servirle de recaderas, tenían el privilegio de dirigirse a ella sin necesidad de esperar su permiso, también eran las encargadas del guardaropa. Las primeras que Mariana escogió fueron:

  • Rosa de Montúfar y Larrea (n.1783 - f.1869). Quitburguesa, hermana del primer duque de Selva Alegre y duquesa consorte de Selvaguirre por su matrimonio con el general Vicente Aguirre (mejor amigo del Emperador). Solicitó se anule su nombramiento en 1836 por problemas de salud, aunque en realidad lo hizo porque no se sentía cómoda con las otras damas, todas más jóvenes que ella. Permaneció como amiga personal de la Emperatriz hasta el fin de sus días.
  • Isabel de Morlás y Tinoco (n.1798 - 1873) Guayaquileña, duquesa consorte de Altagracia por su matrimonio con el general León Febres-Cordero y Oberto. En 1834 solicita se anule su nombramiento, pues se marcharía con su esposo a Venezuela.
  • Josefa de Fernández-Salvador y Gómez de la Torre (n.1805 - f.1871) Quitburguesa, duquesa consorte de Palacé por su matrimonio con el general José María Sáenz de Vergara.
  • Baltazara Calderón de Garaycoa (n.1806 - f.1890) Cuencana, marquesa consorte de Rocafuerte y desde 1834 también duquesa consorte de Oyambaro, ambas por su matrimonio con Vicente Rocafuerte.
  • Carmen Salinas de la Vega (n.1807 - f.1888) Quitburguesa, condesa consorte de Chillogallo y desde 1850 también duquesa consorte de Maenza y de Casasola, ambas por su matrimonio con Manuel de Ascázubi y Matheu. Era cuñada de la Baronesa de Mirasierra.
  • María Encarnación Maldonado y de la Peña (n.1800 - f.1865) Quitburguesa, única hija del Duque de Lises y creada baronesa titular de Chaupicruz. Esposa de Nicolás Calisto Saldaña. Nombrada en 1834 como reemplazo de Isabel de Morlás y Tinoco.
  • Rosa de Ascázubi y Matheu (n.1809-f.1865) Quitburguesa, hija del Marqués de Maenza y creada baronesa titular de Mirasierra. Casada con Gabriel García Moreno en 1846; cuñada de la Duquesa de Maenza. Fue dama de palacio hasta 1836, cuando fue elevada a dama de la emperatriz como reemplazo de Rosa de Montúfar y Larrea.

En lo que se refiere a las cinco damas de palacio, estas pertenecían a la baja nobleza o la aristocracia no titulada pero que representara algún interés para la Corona.Debían asistir a la residencia imperial una cada día y su labor era principalmente la de acompañar y conversar con la Emperatriz, pero debían esperar permiso para dirigirse a ella, también eran las encargadas de preparar todo antes de que Mariana entrara a algún lugar y de cuidar a los pequeños príncipes si las acompañaban. Las primeras que Mariana escogió fueron:

  • Antonia Jijón y Carrión (n.1809 - f.1861) Quitburguesa, hija del marqués de Villa Jijón y baronesa consorte de Barba por su matrimonio con Nicolás de Barba y Borja.
  • María Antonia Andrade y Carrión (n.1804 - f.1873) Lojana, descendiente de los señores de Salas de Rivera y baronesa consorte de Cariamanga por su matrimonio con Jerónimo Carrión y Palacio.
  • Antonia Sánchez de Orellana y Carrión (n.1816 - f.1871) Quitburguesa, hija del primer duque de Villa Orellana y creada baronesa titular de Villantonia. Casadada con Antonio Valdivieso y Chiriboga.
  • Rosa de Ascázubi y Matheu (n.1809 - f.1865) Quitburguesa, hija del marqués de Maenza y creada baronesa titular de Mirasierra. Cuñada de la Duquesa de Maenza. En 1836 fue elevada a dama de la emperatriz.
  • Joaquina Guerrero y Dávalos (n.1804 - f.1859) Quitburguesa, única hija del Marqués de Selvaflorida y por tanto heredera del título. Esposa de Juan Caamaño y Arteta.
  • Juana Quiñones y Carrión (n.1814 - f.1887) Quitburguesa, hija del Duque de Miraflores. Ingresó al gruo de damas de palacio en 1836, como reemplazo de Rosa de Ascázubi y Matheu.

El círculo de la Emperatriz[]

Se conoció como "el círculo de la Emperatriz" al grupo de personas que gozaban de la completa confianza de Mariana, de las que se hacía acompañar todo el tiempo y que tenían gran influencia sobre sus decisiones y por ende sobre las del Emperador. En un inicio estuvo constituido únicamente por su madre y sus tres hermanas, pero con el tiempo se fue ampliando también a otras personas.

Parte del círculo también eran algunas de sus damas más allegadas como Carmen Salinas, duquesa de Maenza; Rosa de Ascázubi, baronesa de Mirasierra; María Encarnación Maldonado, baronesa de Chaupicruz; y Baltazara Calderón, duquesa de Oyambaro; todas contemporáneas de la Emperatriz y a quienes consideraba como sus mejores amigas. También muy allegada a Mariana, aunque por la diferencia de edad (20 años mayor) más como una segunda madre que como cómplice, fue Rosa de Montúfar, duquesa de Selvaguirre.

En 1832 llegó a Quitburgo Jean Helmé, un modisto francés que se aventuraba con la idea de volverse famoso en las nuevas cortes reales americanas, y que pronto entabló una relación muy cercana con la Emperatriz y su madre. La alta costura entraría a formar parte de la vida de Mariana por el resto de su vida, siendo el modisto una de las grandes influencias en la europeización de la Emperatriz y los modales de la novel Corte quiteña.

El Manual de Cortesanos[]

Habiendo conocido la rígida y normada vida palaciega de las cortes europeas, el modisto Helmé se sorprendió con el desorden en que se comportaban los cortesanos quiteños, que pese a ser gente muy rica y de abolengo nunca había conocido el verdadero comportamiento de la nobleza. Sugirió entonces a Mariana que redacte una especie de guía sobre cómo y en qué momento las personas podrían dirigirse a los a los miembros de la familia imperial, así como sobre el desarrollo adecuado de las grandes celebraciones.

Influenciada también por su madre, una mujer mucho más inteligente y social que ella, la Emperatriz consultó con su esposo la posibilidad de redactar un documento que marcara los comportamientos y ceremoniales de las personas que se movían alrededor de ellos y las celebraciones en las que participaban. Antonio I acogió positivamente la propuesta y Mariana se puso manos a la obre.

El texto de siete hojas fue publicado en abril de 1833 bajo el título de "Manual de Cortesanos", y fue distribuido a todas las personas que tenían contacto con los Emperadores y su familia. A pesar de que era bastante más sencillo y corto que los ceremoniales europeos, la desordenada aristocracia quiteña tuvo muchos problemas para adaptarse a las reglas y a menudo se cometían muchos errores, sobre todo porque existían personas que se negaban a acatar las disposiciones por considerar que los degradaban de su estatus histórico.

Sería recién en la época de Antonio II, con reformas introducidas al manual y popularizadas por la emperatriz Alejandra y el príncipe Leopoldo (esposo de María Teresa), que el ceremonial quiteño se consolidaría finalmente entre la nobleza y la aristocracia.

Últimos años[]

Sus últimos años de vida fueron dedicados a la consolidación de la Corte imperial y sobre todo a la decoración del Palacio de El Deán, que se había convertido en la residencia oficial de la familia desde 1831, adquiriendo y comisionando obras de arte, mobiliario y lujosas vajillas que aún se conservan en el museo.

Tras la muerte de su esposo en 1854 Mariana se convirtió en la emperatriz madre y adoptó el título de Princesa de Solanda, tradición que seguirían en adelante las consortes viudas de los monarcas quiteños. Continuó viviendo en El Deán hasta el final de sus días, primero acompañada por su hijo Antonio, ahora emperador, hasta que este se mudó al recientemente construido Palacio de El Ejido en 1860, y después por María Isabel y su familia.

En noviembre de 1861 Mariana enfermó de una gripe que desarrolló a pulmonía en pocas semanas, y la primera emperatriz quiteña falleció en sus aposentos el 15 de diciembre del mismo año, sobreviviendo a su marido poco menos de una década. Los funerales se llevaron a cabo según el protocolo que ella mismo había establecido: tres días de honras en la Catedral, entierro en el Cripta Imperial del Deán y cuatro meses de luto nacional.


Predecesor:
Nuevo título
Emperatriz consorte de Quito
1830 – 1854
Sucesor:
Alejandra de Sajonia-Altenburgo
Predecesor:
Nuevo título
Princesa de Solanda
1854 - 1861
Sucesor:
Alejandra de Sajonia-Altenburgo
Predecesor:
Felipe Carcelén de Guevara
Marquesa de Solanda
1829 – 1861
Sucesor:
Antonio II de Quito
Predecesor:
Felipe Carcelén de Guevara
Marquesa de Villarocha
1829 - 1861
Sucesor:
Antonio II de Quito
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